En los aseos de aquel hostal

 

Mi maridito y yo, habíamos salido de fin de semana, el hotelito nos gusta mucho, a pie de carretera y, cerca de una de nuestras playas favoritas.

Era una noche cálida, la terraza tenía pocas luces, y las que tenían puesta los árboles, de una tonalidad verde, le daba al lugar un ambiente agradable y relajante.

Antes de bajar tomamos una buena ducha, nos embadurnamos el cuerpo de crema, y nos vestimos, recuerdo que mi maridito llevaba puesto un pantalón de vestir y una camisa de manga corta. Le resaltaba el bronceado y estaba radiante y muy guapo.

Yo, también estaba tostada por el sol, me puse un vestido de Lycra con volantes, en tonos veiges y verdes que resaltaban el color de mi piel, el pelo suelto, largo, rizado, llegando a la mitad de la espalda.

El escote del vestido marcaba mis pechos, mi canal, sin sujetador permitía moverse a los dos pechos al andar, insinuantes, marcando los pezones duros del movimiento y el roce de la tela. Y cómo no, por la mirada que depositaban algunos en mi cuerpo.

Debajo del vestido, en la parte de abajo, mi vulva completamente depilada, tostada por el sol y, sin ropa interior, sabiendo que a mi cobrón eso le pone muy pero que muy caliente.

Una buena comida y un buen vino se sucedía en la velada, la charla entre los dos era muy placentera.

Al acabar de cenar y, después del postre, nos pedimos unas copas para acabar animando la velada, recuerdo que brindamos por nosotros.

Entonces, me levanté para ir al baño, ufffff, tardé demasiado y mi amorcito se desesperaba en la mesa esperando, ¿se desesperaba? O ¿se imaginaba que su puta hacía algo fuera de lo normal?

De camino al baño, justo en la puerta que hay en el pasillo, que divide el comedor de los baños, el dueño del hotel me asaltó, se acercó a mi, y mirándome a los ojos me dijo que estaba muy apetecible.

Le sonreí, mi raja se humedeció y pensé en mi cabrón, sentado en la mesa esperándome.

Le pregunté ¿te gusto?, entonces, me cogió de la mano, y salimos del salón entrando en el pasillo de los aseos, justo detrás de la puerta, fuera de las miradas indiscretas de sus empleados, acercó su cara a mi oído y, me susurró, en realidad me vuelves loco.

Cada vez que venís, continuó diciéndome, me pongo como una moto, con tus vestidos provocativos, tu sonrisa pícara y tu mirada angelical.

Mi raja seguía humedeciendo y, mi mente en realidad, estaba al lado de mi cabrón, aún no había acontecido nada y me moría de ganas de contarle lo que estaba pasando, para comprobar cómo su verga iba lentamente aumentando de tamaño debajo del pantalón, a la vez que le iba contando las cosas que hace su mujercita, que es toda una puta.

Al notar Ignacio, que así le llamaremos, mi sonrisa, me agarró y comenzó a besarme, su lengua entró en mi boca, buscando mi lengua y sus labios se pusieron sobre los míos.

Sentí sus manos en mis nalgas, apretándolas, y atrayéndolas hacia sí, cuando mi vulva tocó y se apoyó por el empuje, en su verga, la noté dura, caliente y palpitante.

Mi corazón se aceleró, mi mente en la verga de mi maridito, que la sabía más gorda aún y palpitante que esta que me rozaba ahora de deseo, todo eso hizo que mi coñito emanase cantidades de jugos.

Me empujó lentamente, sin dejar de besarme y me metió en el baño de señoras, no había nadie, subió mi falda por detrás, y comprobó que no llevaba braguitas.

Dejó de besarme, y me susurró al oído, uffffff, encima sin bragas, si es que…. No continuó, sus manos se dirigieron a mi rajita, tocó mi vulva por fuera, depilada.

Estaba mojada, no paraba de gemir, sus dedos recorrieron la vulva lentamente mientras se impregnaban de mis jugos, deliciosos.

Me separó los labios vaginales y entraron lentamente, iba recorriendo mi sexo, mis manos acariciaban su enorme verga crecida por encima del pantalón, recorriendo todo el cuerpo de ese falo palpitante.

Una de las manos de Ignacio subió hasta mi escote, liberó mis pechos y comenzó a agarrarlos, los acariciaba, apretaba y pellizcaba sus pezones, mientras la otra mano, dentro de mi falda, entraba y salía con sus dedos de mi rajita, una y otra vez, se resbalaban con lo mojado que estaba mi coñito.

Sus dedos salieron fuera y comenzaron a acariciarme en forma de círculos en mi clítoris, hinchado y vivo, me hacía gozar, mientras mis manos le iban bajando la cremallera del pantalón y desabrochaba el cinturón y el botón.

Me imagina la cara de mi maridito cuando le fuese contando lo que estaba aconteciendo en el cuarto de baño, tuve un fuerte orgasmo, comencé a tener espasmos, gemía de placer, entonces, sentí un empujón, y nos metimos dentro de uno de los váter individuales.

Se sacó la verga, estaba ansioso, cómetela me dijo, me arrodillé y metí su verga en mi boca, entera, del tirón, la sentí moverse, a la vez que escuché un fuerte gemido.

Me agarró la cabeza, a la vez que decía, siiiiiii, eso es, qué bien lo haces.

Mi boca se tragó la verga entera, la saboreaba, la succionaba apretándola contra las paredes de mi boca y el cielo de mi boca, hasta la garganta.

Ahora comencé a mover la cabeza, metiéndola y sacándola de mi boca, degustándola, su sabor era salado, sentía cómo me agarraba la cabeza para que no detuviese esa mamada.

En cada succión, apretada la verga en mi boca, la iba sacando lentamente y volvía otra vez a meterla y empezar.

Me imaginaba a mi maridito nervioso en la mesa, preocupado, pero como todo un caballero esperando, sí, eso es, pensaba yo, todo un caballero cabroncito, espérame, que cuando te cuente tu verga será mucho más grande que esta que estoy degustando.

Entonces, sentí ese chorro caliente y abundante de leche, mi boca se llenó de semen, gemía Ignacio de placer.

Cuando me puse de pie, le besé con la boca sabiendo a él, y diciéndole que no se preocupase.... que sería nuestro secreto... el primero de muchos

Se quedó callado y encantado, salió del baño, hice mis cosas y, regresé a la mesa, le di un beso a mi cabrón.... miró hacia todos lados.... ¿quien era el dueño de la polla a la que sabes? .... Le conté a mi maridito lo ocurrido, pero ahora se lo cuento con detenimiento y con lo que llevaba en mis pensamientos.



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